Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1550

Antecedente:
La obra de Alonso de Covarrubias
Siguientes:
Los trabajos de Hernán González de Lara
Otros arquitectos

(C) Alfonso Rodríguez G. de Ceballos



Comentario

El más importante de los contemporáneos de Covarrubias es, sin lugar a dudas, Francisco de Villalpando -(¿Villalpando?, h. 1510 - Toledo, 1561), miembro de la familia zamorana de los Corral de Villalpando. En Toledo actuó como escultor y rejero, y fue una de las figuras más interesantes de la arquitectura de la ciudad a mediados de la centuria. No se tienen noticias seguras suyas hasta 1540, cuando participó en el concurso de las rejas para el coro y el altar mayor de la catedral de Toledo promovido por el cardenal Tavera, consiguiendo un año después el último.
En 1542 se trasladó definitivamente desde Valladolid a Toledo, donde gozaba de la protección de Tavera, de la ayuda de Gaspar de Vega, su cuñado, que trabajaba en las obras reales, y probablemente del prestigio que le daba el viaje a Italia, quizá realizado entre 1533 y 1537, que apuntan su conocimiento de la lengua toscana y de la técnica de la fundición en bronce. En Toledo llevó a cabo los púlpitos de bronce para la capilla mayor de la catedral (1543-1552), la reja del Altar de Prima del coro y las puertas de bronce de la Puerta de los Leones, terminadas en 1564 por su hermano Ruy Díez del Corral. En todas ellas muestra claras influencias de la obra de Serlio, tanto en los esquemas compositivos como en la decoración, y ciertos recuerdos del estilo característico de su familia. Así, por ejemplo, el esquema utilizado en la Puerta de los Leones procede de los dibujos de los techos de madera de orden compuesto del Libro IV de Serlio; los elementos decorativos de la reja de la capilla mayor, en la que aparecen tarjas, leones, figuras humanas con cuerpo de cesto o con alas vegetales, proceden del mismo libro. Por el contrario, la utilización frecuente de cariátides y telamones tiene una motivación doble, la obra de Serlio y la tradición decorativa de la familia Corral.

Su labor arquitectónica, reducida pero importante por lo innovadora, puesto que él es el máximo representante de la corriente serliana en la zona centro a mediados del siglo XVI, parece que se inicia en 1550, cuando contrata su primera obra en sustitución de Hernán González de Lara; se trata del patio del Alcázar toledano, donde también lleva a cabo, en 1552, las arquerías de la escalera, con traza de Alonso de Covarrubias. En cuanto a la escalera preimperial, ya se señaló que el proyecto se debe a Covarrubias, aunque es posible que su forma definitiva -la ampliación de 1553 para ocupar toda la anchura de la panda del patio partiendo del proyecto de Covarrubias del año anteriorsea idea de Villalpando, a falta de la obra posterior de la caja, de la que se ocupó Juan de Herrera. A partir de este momento Villalpando aparece como tracista y arquitecto -aunque un año antes ya se había autodenominado así en su traducción de Serlio-, uniendo a la faceta puramente práctica de la actividad constructiva el diseño arquitectónico, lo que realiza en varias ocasiones en colaboración con el entonces ya anciano Covarrubias, que le encarga tareas de tracista y escultor en algunas de sus obras.

Entre sus realizaciones destaca la portada del Colegio de Infantes (1555) -fábrica que dirigía Covarrubias-, la primera obra conocida proyectada por él; en ella reproduce en piedra el léxico decorativo de sus trabajos de rejería. Desde 1558 hasta su muerte dirige la fábrica de la casa del secretario de Felipe II don Diego de Vargas (desaparecida), de acuerdo con una traza de Luis de Vega que debió completar en lo tocante a la fachada principal, patio y escalera. Su última obra es una de las portadas del Hospital de Santa Cruz, que traza en 1559, en la que sustituye la decoración figurativa (cariátides, putti, hermas, guirnaldas) que aparecía en el Colegio de Infantes y en el Alcázar por otra estrictamente arquitectónica, como ya había hecho en la casa de Vargas.

Sus últimas realizaciones suponen un paso más en la evolución arquitectónica toledana, que también puede observarse en las de Covarrubias, el cambio del estilo ornamentado -que supera al plateresco, puesto que su decoración es ya estructural- al desornamentado anterior a Herrera.

Sin embargo, su contribución más importante a la arquitectura del momento la constituye su traducción de los libros III y IV del tratado de Sebastiano Serlio, publicada en Toledo en 1552 por Juan de Ayala, fundamental para el conocimiento de las fuentes arquitectónicas en la España de mediados del XVI. Su éxito fue enorme, como lo prueba el hecho de que se realizasen tres ediciones en veinte años, con una tirada total de unos 3.000 ejemplares. Para su traducción debió utilizar las ediciones venecianas de 1540, de las que mantuvo el tamaño y las xilografías, que volvió a tallar a tal efecto con escasísimas diferencias, pero no así la forma del texto, que modifica y anota para hacerlo más comprensible a los lectores españoles.

La obra estaba dirigida tanto a los príncipes como a los artífices, en un intento de valorar la profesión de arquitecto ante los ojos de los primeros y de la sociedad en general, además de dar a conocer a los profesionales contemporáneos las doctrinas vitruvianas, a través de Serlio, puesto que ésta es la primera traducción española -a excepción del tratado de Sagredo- de un teórico vitruviano y clasicista. Presenta a los constructores un muestrario de estructuras arquitectónicas clásicas, de conceptos clasicistas y de soluciones nuevas a problemas de iluminación, imitación de la naturaleza o licencias, además de hacer hincapié en los conocimientos necesarios para practicar la arquitectura y en el dibujo. El proporcionó a la arquitectura renacentista española la base teórica del clasicismo y del manierismo, su licencia.